Guardia Nacional y persecución armada en Culiacán
Durante la madrugada del lunes 16 de junio, efectivos de la Guardia Nacional iniciaron un operativo tras recibir reportes de presencia de civiles armados en la sindicatura de Culiacancito, municipio de Culiacán, Sinaloa. La movilización partió desde la Estación Rosales en respuesta a múltiples llamadas ciudadanas y patrullajes de rutina que confirmaron la presencia sospechosa.
El despliegue se realizó bajo un protocolo de seguridad para enfrentar posibles agresiones. Los sujetos armados emprendieron la huida al percatarse de los movimientos de la fuerza pública, generando una persecución que se extendió por la carretera hacia la comunidad de El Venadillo.
Inicio del operativo y reportes en Rosales
El primer contacto se registró en las inmediaciones de la Estación Rosales, donde personal militar recibió indicaciones de avanzar con cautela ante la posible resistencia armada. Se destacó la coordinación entre unidades de vigilancia y comunicación interna para evitar riesgos innecesarios.
Los reportes iniciales señalaban la circulación de varios vehículos con individuos portando armas largas. A partir de esta información, la Guardia Nacional reforzó los retenes y puntos de control, confirmando la presencia de los presuntos responsables.
Desarrollo de la huida en carretera hacia El Venadillo
La persecución continuó sobre la carretera estatal que conecta la zona urbana con El Venadillo, detonando una carrera a alta velocidad. Durante el avance, los civiles arrojaron objetos punzocortantes al pavimento, conocidos como ponchallantas, para dañar las unidades militares.
El empleo de estos artefactos provocó maniobras evasivas por parte de los conductores de la Guardia Nacional. A pesar de los intentos por neutralizar los obstáculos, algunos neumáticos de los vehículos resultaron comprometidos, lo cual generó ajustes en el seguimiento.
Empleo de ponchallantas y obstáculos
Las puntillas de acero fueron lanzadas de forma reiterada para retrasar la reacción de las fuerzas de seguridad y ganar tiempo durante la fuga. Esta estrategia implicó riesgos elevados tanto para los militares como para otros usuarios de la vía.
La presencia de estos fragmentos en la carretera obligó a incrementar la distancia entre unidades y a considerar maniobras defensivas adicionales, a fin de contener el avance de los presuntos delincuentes sin exponer vehículos a fallos mecánicos.
Resguardo y destrucción controlada del explosivo
Tras el fallido intento de explosión del artefacto improvisado, el perímetro alrededor del punto de choque quedó estrictamente custodiado. Personal especializado en manejo de materiales peligrosos se encargó de asegurar la zona y evaluar las condiciones del contenedor para evitar detonaciones posteriores.
La ausencia de la detonación inicial obligó a efectuar una evacuación parcial de la zona y a establecer radio de seguridad mientras se preparaba el protocolo de neutralización con cargas de demolición controlada.
Cierre vial y retirada segura del artefacto
La carretera permaneció cerrada al paso vehicular durante el proceso de desmontaje y detonación del artefacto, a fin de garantizar la protección de residentes y transeúntes. Se delimitaron puntos de acceso restringido hasta concluir las acciones.
Una vez cumplidas las medidas de seguridad, el área fue revisada para descartar presencia de otros dispositivos. El personal de explosivos concluyó la operación sin incidentes mayores antes de restablecer el flujo de circulación.
